La gestión del duelo en la tercera edad - Temaer Asistencia

La gestión del duelo en la tercera edad

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La gestión del duelo en la tercera edad

En muchas ocasiones las personas adultas mayores sufren grandes pérdidas en cortos periodos de tiempo. Entre dichas pérdidas podemos destacar la independencia a la hora de desenvolverse en las actividades de la vida diaria, la degradación progresiva de sus facultades mentales y la ausencia de la pareja o cualquier otro familiar cercano debido a su fallecimiento.

Y es que la esperanza de vida es cada vez mayor, lo que conlleva que con demasiada frecuencia las personas de edad muy avanzada deban afrontar, como acabamos de decir, un duro proceso de duelo tras el fallecimiento de su cónyuge u otros familiares cercanos con los que seguramente ha compartido muchos años de su vida.

Cuando hablamos de duelo nos referimos a una reacción psicológica que se produce ante la pérdida de un ser querido y que se manifiesta a través de un conjunto de respuestas emocionales, fisiológicas, cognitivas y conductuales. Entre dichas respuestas podemos citar las siguientes: culpa, ansiedad o pensamientos distorsionados, idealización de la persona fallecida, sentimientos de angustia, temor injustificado, trastornos del sueño, aislamiento social, apatía o falta de apetito.

En este sentido es necesario recordar que los expertos han establecido una serie de fases características del duelo por las que atraviesan, durante un período de tiempo no determinado, las personas que lo sufren. Bien es verdad que no todos tenemos que pasar por todas ellas, ni durante el mismo tiempo ya que esto depende de las diferencias individuales de cada uno/a. Por ello es preciso destacar que existen determinadas variables o factores que pueden contribuir tanto positiva como negativamente a superar este duro período. Entre ellas podemos destacar la edad, el sexo, el nivel socioeconómico, el tipo de vínculo que se tenía con el fallecido, las experiencias previas a la muerte, la personalidad de quien padece el duelo y, por supuesto, el estado de salud en general en el que se encuentra.

El proceso de duelo permite que la persona pueda despedirse interiormente del ser querido ausente, acepte la realidad de dicha pérdida y restablezca y se adapte a su nueva vida. En otras palabras, el duelo surge como una respuesta necesaria para ayudar a superar anímicamente una pérdida importante y, en consecuencia, rehacer la vida tras dicha pérdida. Conviene tener claro también que estas reacciones son consideradas como normales entre las personas que lo sufren.

Sin embargo, si se mantuvieran en el tiempo (más de dos años), pasarían a convertirse en patológicas, es decir, darían lugar la aparición de trastornos psicológicos y/o somáticos típicos de lo que se conoce como duelo patológico

En el caso de los ancianos/as, los síntomas característicos propios del duelo se vuelven más persistentes y duraderos y aumenta su tasa de mortalidad en el primer año que sigue a la pérdida. Sin embargo, también es importante matizar que muy probablemente las personas mayores, al haber vivido ya muchos años y tener muchas experiencias de vida, son capaces de afrontar el duelo con una entereza sorprendente porque ya han tenido que afrontar múltiples pérdidas a lo largo de su vida y, por ello, es muy posible que hayan desarrollado más tolerancia a la muerte que el resto de los grupos de edad.

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En cualquier caso, lo que sí parece claro es que el momento más complicado del duelo para la persona mayor es el fallecimiento del cónyuge, sobre todo si la unión y la dependencia emocional con la persona fallecida era muy intensa y de larga duración. Esto trae como consecuencia una desilusión por el futuro y un profundo cuestionamiento acerca del sentido de vida actual que suelen ir acompañados de una serie de sentimientos desagradables como el miedo, la negación, la incertidumbre, la tristeza prolongada, la soledad, el aturdimiento, o la confusión que se dan en mayor o menor medida en función de la fase del duelo en que se haya la persona.

En este sentido es muy importante poner en práctica una serie de recomendaciones que permitan ayudar al mayor a afrontar de la mejor manera posible el malestar y el intenso dolor producido por la pérdida. En primer lugar, debemos centrar nuestros esfuerzos en escuchar y comprender al mayor de manera que sienta que puede expresar sus sentimientos.

Para ello debemos esperar el tiempo necesario y respetar los ritmos y las necesidades de la persona a la hora de gestionar su dolor. En la misma línea, no hay que renunciar a hablar de la pérdida del ser querido ya que los mayores, una vez que han experimentado varias pérdidas en cortos espacios de tiempo, suelen encontrar consuelo cuando comparten recuerdos de la persona allegada que perdieron.

Además, resulta conveniente pasar el tiempo que sea necesario junto a ellos/as para que se beneficien de nuestra compañía invitándoles a salir o realizar junto a ellos alguna actividad de su agrado. Conviene recordar que los sentimientos de soledad pueden prolongarse más si cabe cuando un adulto mayor ha perdido recientemente a alguien muy especial, en particular a un cónyuge.

Asimismo, es imprescindible prestarle la ayuda necesaria ya que es muy común que, una vez enviudados, comiencen a volverse más dependientes en sus actividades de la vida diaria por culpa del estrés o el malestar que sufren tras la pérdida. Por este motivo se requiere de toda la atención posible por parte de familiares y seres queridos en el cuidado del anciano/a.

Se recomienda, además, motivarle para que no deje de realizar actividades que le mantengan activo y ocupado. Entre ellas no podemos olvidar la importancia que tiene practicar con regularidad ejercicio físico para el cuidado de su salud física y psíquica en general, pero especialmente como medio para combatir los síntomas relacionados con el estrés y la depresión. De igual forma, conviene que siga cultivando sus relacionales sociales acudiendo a eventos y lugares que promuevan el encuentro con otras personas con el fin de no caer en el abandono o el aislamiento social.

Y, por último, si observamos que los síntomas del duelo se alargan con el paso del tiempo alertando de la existencia de una depresión, no hay que dudar en recurrir a un profesional de la salud que le oriente y, por lo tanto, le proporcione toda la ayuda necesaria para trabajar sus emociones y lograr que así supere, con la mayor eficacia posible, este duro y complicado proceso emocional de ruptura interior.

 

Fuente: Pedagogo especializado en Tercera Edad.
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