13 Ene Las actividades de la vida diaria
Lógicamente nos referimos a las actividades que lleva a cabo la persona todos los días de manera habitual que le permiten vivir de forma autónoma e independiente al poder cubrir así sus necesidades básicas. Las AVD (actividades de la vida diaria), además de ser importantes para enfrentarse al día a día, desempeñan una innegable función social porque potencian la creación de vínculos con el entorno familiar, social y comunitario.
Se pueden considerar una buena forma de evaluar la calidad de vida de las personas ya que, durante el envejecimiento, algunas de estas actividades se pueden ver perjudicadas por el deterioro progresivo típico de esta etapa vital.
Estas actividades se clasifican en tres grandes tipos:
- Actividades básicas de la vida diaria (ABVD). Comprenden las actividades de autocuidado personal. Son imprescindibles para vivir y son universales. Entre ellas encontramos el vestido, la comida, la higiene personal, la movilidad y transferencias, el descanso y, por supuesto, el descanso y el sueño. Se centran, por lo tanto, en el cuidado y mantenimiento del propio cuerpo. El desempeño de este tipo de actividades se mide al través del índice de Barthel que evalúa el grado de independencia de cada usuario/a.
- Actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD). No son fundamentales para vivir, pero sí son necesarias para hacerlo de forma autosuficiente en el entorno habitual. Tienen que ver con las tareas que conllevan la necesidad de tomar decisiones y la resolución de problemas. Son más complejas que las anteriores. Incluyen actos como el manejo del dinero, la preparación de comidas, el cuidado del hogar, la realización de compras o la movilidad en el entorno. El grado de logro de estas actividades se evalúa por medio de la escala de Lawton y Brody la cual permite medir el nivel de deterioro de la persona de una forma más rigurosa.
- Actividades de la vida diaria avanzadas (AAVD). No son esenciales para el mantenimiento de la dependencia. Sin embargo, son necesarias para el desarrollo de una vida socialmente satisfactoria y están vinculadas al estilo de vida propio de cada persona (valores, intereses, destrezas, contexto) social etc.). Además, se relacionan con las habilidades para la integración social y comunitaria. Abarcan actividades ligadas a la educación, el trabajo, el juego, el tiempo libre y la participación social.
El objetivo principal del tratamiento de las AVD es alcanzar un equilibrio entre las capacidades del paciente, sus necesidades de asistencia y sus valores, intereses y prioridades.
El/la terapeuta ocupacional es el profesional encargado de observar, identificar, explorar y evaluar el nivel de deficiencia de las habilidades motoras, cognitivas y sociales con el fin de seleccionar las actividades más adecuadas para que la persona sea beneficiada de la forma más satisfactoria posible.
Por lo tanto, el/la terapeuta ocupacional, a partir de la valoración de las capacidades físicas, cognitivas y sociales del mayor, determina aquellas actividades específicas de la vida diaria que se deben trabajar.
Así, una vez detectadas las necesidades, capacidades e intereses particulares de cada persona, trabaja siempre de manera individual ya que su objetivo prioritario es prevenir, rehabilitar, conservar y mejorar la autonomía funcional del mayor.
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