11 Sep Gestión de emociones negativas de la persona cuidadora
Las personas que se dedican o asumen la tarea y la responsabilidad de cuidar a personas mayores y dependientes se enfrentan al difícil desafío de saber gestionar la enorme carga emocional que supone convivir y prestar atención a las necesidades que los ancianos/as precisan, especialmente en aquellos casos en los que el mayor padece algún tipo de enfermedad crónica o presenta un grado de dependencia muy avanzado.
Esto da lugar a que los cuidadores/as experimenten en muchas ocasiones un sinfín de emociones y sentimientos desagradables como pueden ser la ira, la culpa, la tristeza, la desesperación o el agotamiento mental. A todo ello hay que unir la gran cantidad de horas que supone llevar a cabo este tipo de trabajo, hecho este último que puede desembocar en que, en ocasiones, se experimente el deseo de abandonar dicha tarea. Y es que el desempeño de esta profesión es especialmente difícil y aún no está lo suficientemente visibilizado y reconocido en nuestro país.
En este sentido, es necesario recalcar que el hecho de hacerse cargo del cuidado de personas mayores o dependientes da lugar en muchas ocasiones a la aparición de un alto grado de estrés y ansiedad. Además, conviene señalar que cuanto más se agrava la dependencia de la persona a la que se cuida o atiende, mayor será la carga y, por tanto, el desgaste del cuidador/a. En otras palabras, desempeñar este trabajo puede convertirse en una experiencia dura y complicada que normalmente implica la aparición de numerosos problemas físicos, psicológicos y sociales.
Cabe decir al respecto que es importante que la persona cuidadora aprenda a regular y gestionar adecuadamente las emociones negativas que provoca este tipo de ocupación y, sobre todo, desarrolle una serie de recursos encaminados a minimizar en la medida de lo posible todas las consecuencias derivadas de la sobrecarga física y mental que conlleva esta complicada labor.
No debemos olvidar que muchos cuidadores llegan a experimentar una gran cantidad de síntomas relacionados con la depresión, especialmente cuando llevan realizando esta tarea durante un largo período de tiempo.
Conviene recordar al respecto que existen programas de formación o grupos terapéuticos dirigidos a estas personas en los cuales se trabajan lo que se conocen como las “competencias emocionales” que engloban un conjunto de habilidades, recursos, capacidades, conocimientos y actitudes que pueden ayudar a prevenir y gestionar mejor el malestar emocional, el estrés y cualquier otro síntoma derivado del desempeño de esta actividad profesional.
Además, en dichos programas de formación se incide en la importancia de que el cuidador/a aprenda a desarrollar estrategias de autocuidado que contribuyan a mejorar su bienestar y calidad de vida con el fin de que el hecho de cuidar a una persona mayor o dependiente se convierta en una experiencia lo más satisfactoria posible. Para ello es imprescindible que pueda disfrutar también de su espacio personal y sepa compaginar debidamente las responsabilidades de su trabajo con su tiempo de ocio y descanso.
En definitiva, afrontar el cuidado de una persona mayor o dependiente (ya sea un familiar o no) implica saber afrontar y manejar ciertas situaciones estresantes por medio de los recursos y estrategias adecuadas que permitan combatir el desgaste y el agotamiento emocional inevitablemente ligado a este arduo trabajo. O lo que es lo mismo, gozar de un buen estado de salud por parte de la persona cuidadora permitirá y facilitará una mejor atención y cuidados para la persona mayor o dependiente.
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